La mayoría de los padres y madres
concede mucha relevancia a los estudios de sus hijos y tratan de implicarse en
ellos. No siempre tienen claro cuál es su papel en el aprendizaje escolar y a
veces adoptan actitudes que acaban dañando la educación de los hijos.
1. Enfocar todo en el estudio: Hacer de la formación el eje de la vida familiar daña la relación. Una frase muy repetida de los estudiantes es “a mis padres sólo les interesa si estudio, lo demás no les importa nada”. Cuando focalizas todo en los estudios, cuando lo primero que le preguntas a tu hijo en la puerta de la escuela es qué deberes tienes o qué nota te han puesto (transmites que te interesa más el aprendizaje) Es más importante preguntar; cómo te fue, con quién jugaste (transmites que te interesa más la persona).
2. Estudiar todo el tiempo con ellos: Ser padre y maestro a la vez crea conflictos y dependencia. Los deberes son del niñ@, no de la familia; el deber de la familia es velar por que el niño tenga espacio y tiempo para hacer sus tareas, orientar y, si son muy pequeños, facilitar la organización del tiempo.
3. Premiar las notas: Las notas ni se han de premiar ni castigar; se han de elogiar y aplaudir, o analizar si es necesario dedicar más tiempo a estudiar. Los premios pueden causar una doble frustración, porque con frecuencia se ofrecen por notas poco reales y si al niñ@ no le va bien a pesar de la recompensa prometida su sensación de fracaso y su malestar es doble: además de no alcanzar su meta escolar, se queda sin regalo.
4. Proyectarse en los hijos: Las expectativas no siempre se adecúan a las capacidades. En muchas familias pesan más las expectativas que tienen los padres sobre los estudios de los hijos que las preferencias de éstos. Lo más importante son los intereses y las expectativas de los hij@s, con base en sus aptitudes y capacidades.
5. Disfrazar la vagancia: Hay muchos niños que son incapaces de esforzarse en hacer los deberes o en estudiar porque son vagos, y eso es inmadurez, y a veces algunos padres tienden a buscar trastornos detrás de los fracasos escolares de sus hijos y esta actitud tiene que ver con la actitud superprotectora de muchos padres.
6. Querer genios: Una práctica muy habitual en las familias es la de sobreestimular a los niñ@s; quieren un hijo genio, se afanan porque aprendan muchas cosas y cuanto antes mejor, y esa sobreestimulación, a menudo tiene efectos contraproducentes en forma de problemas de atención o de falta de concentración, en cambio de una evolución cognitiva más rápida.
7. Ejercer de detectives: En vez de ejercer un control absoluto sobre los hij@s y estar vigilándolo todo, se aconseja realizar un acompañamiento lejano, revisar con él la agenda de tareas, pero dejándole que sea autónomo para realizarlas.
8. Resolvérselo todo: Esta conducta, dificulta su maduración. Los niñ@s han de aprender a organizarse y a resolver sus problemas, a cualquier edad. Si los padres les resuelven todo, no maduran, no asumen sus responsabilidades ni aprenden a ser autónomos.
9. Usar el estudio como castigo: Las tareas escolares muchas veces acaban entendiéndose como un castigo. Frases como “hasta que no acabes de leer no puedes jugar” o “ponte a leer o a estudiar, sino no puedes salir con tus amigos” son frases que utilizan algunos padres. El tiempo de estudio debería ser siempre un tiempo de tranquilidad y sosiego, no de regaños. El objetivo, debe ser ayudar a los niños a descubrir el placer de la lectura o del aprendizaje.
10. No respetar la línea escolar: Muchos padres piensan que el modelo y los métodos educativos que les sirvieron a ellos les servirán a sus hijos, pero la escuela ha cambiado mucho y los niños también. “Lo que a ti te gustaba del colegio, lo que aprendías entonces o cómo lo aprendías no tiene por qué ser un modelo de éxito para tus hijos”.
Comentarios
Publicar un comentario