¿Enojo?

Papás: ¿cómo enseñar a nuestros hijos a manejar la frustración?


Como padres debemos darles pautas para que sepan lidiar con las frustraciones y no darles todo lo que piden.
Que aprendan a que todo lo que quieren no lo puede tener y que en el momento que lo quieran no lo puede tener, que es bueno esperar.



Todos nos hemos sentido frustrados alguna vez cuando, por más que hemos intentado algo, no hemos conseguido lograrlo.

El cuento es un recurso educativo que permite hablar con nuestros hijos sobre qué es la frustración, el enfado, ya que es normal sentir esta emoción en algunos momentos de nuestro diario vivir.

Lee con tu hijo el siguiente cuento:
Cuando Leo se cayó́ de la bicicleta por sexta vez se levantó́ muy enfadado.
— ¡Ya no lo vuelvo a intentar! — le gritó a su madre que miraba por la ventana, y fue a guardar la bicicleta en el garaje.
— ¿Por qué́ no dejas que te ayude? ¿Ponemos las ruedas? ¡Apenas lo has intentado!
Pero Leo se negó́. Él no era un niño pequeño, dijo, cruzando los brazos sobre su pecho.
Su madre lo miró sin decir nada; prefirió́ que estuviera más tranquilo para hablar con el niño.
Al día siguiente, cuando Leo llegó del colegio, aprovechó para hablar con él.
— ¿Sabes cuántas veces intenté hacer estas croquetas que tanto te gustan? —le dijo mientras cocinaba y daba vueltas a la masa dándoles forma.
Leo se acercó́ y, después de lavarse las manos, empezó́ a ayudar a su madre a hacerlas, mientras la escuchaba.
Al principio me salían desabridas y deformes; mi madre me enseñó́ a hacerlas. ¡Con lo bien que te salen a ti! — le dijo, viendo que su hijo las moldeaba con gran facilidad.— Las personas tenemos habilidades para diferentes cosas, pero si tiras la toalla tan pronto y no dejas que te ayuden, nunca lo lograrás.
— Si quieres aprender a montar en bicicleta tendrás que intentarlo de nuevo — le dijo mirándolo de reojo.—Nadie sabe hacerlo cuando nace.
Cuando terminaron de envolver las croquetas salieron al garaje y sacaron entre los dos la bicicleta al jardín.
— ¡Monta! — le dijo su madre.
Leo subió́ a la bicicleta y empezó́ a pedalear, pero al momento se tambaleó y su madre lo tuvo que agarrar para que no cayera al suelo.
— ¡Vamos!, yo te sujetaré por la silla — le dijo su madre.
Cuando Leo empezó́ a pedalear se sintió́ más seguro; esta vez se mantuvo unos cuantos metros derechos.
— ¡Otra vez, Leo! ¡Lo estás haciendo muy bien! — le dijo su madre sonriendo.
Leo volvió́ a montar en su bicicleta, ahora con un poco más de seguridad.
Su madre agarró la silla, como la vez anterior, hasta que Leo cogió́ estabilidad, después lo soltó́ sin que el niño se enterara permaneciendo a su lado.
— ¡Qué bien Leo! ¡Ya casi lo tienes! —gritó su madre.
Y el pequeño siguió́ pedaleando, una y otra vez.
Cuando Leo vio entrar a su padre por la puerta del jardín perdió́ el equilibrio y se tumbó́ hacia un lado, pero esta vez supo apoyarse en el pie y no cayó al suelo.
—¡Campeón! Te he visto desde fuera. ¡Ya sabes montar en bicicleta! —le gritó contento su padre.

Reflexiona con tu hijo charlando sobre el cuento que han leído. Dirige esta conversación a través de las siguientes preguntas:
·         ¿Cómo crees que se sentía Leo cuando no sabía montar en bicicleta? ¿Enfadado?

  • ¿Qué significa sentirse frustrado?
  • ¿Recuerdas alguna vez en la que te hayas sentido así?
  • ¿Qué crees que le ayudó a Leo a dejar de sentirse frustrado por no poder montar en bicicleta?

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